viernes, 15 de abril de 2011

El Ciprés, árbol de la inmortalidad

Ciprés (Cupresus sempervirens)

Cipres ornamental del  monastrio de Silos
De la familia de los Cupressaceae. Cast: Ciprés común, Cat: Xiprer, xifrer.
Eusk: Nekosta, alzifre. Port: Cipreste.
   El número de especies reconocidas de cipreses en todo el mundo varía bastante, entre 16 y 25 o quizá más. Esto es debido a que la mayor parte de las poblaciones son pequeñas y se encuentran aisladas, por lo que es difícil clasificarlas según el rango de especie, subespecie o variedad. Pero realmente del que voy hablar del ciprés piramidal. Que ha sido cuidador de los cementerios por mas de 2000 años

Características
   Tronco recto, grueso, prime­ro de ritidoma delgado, grisáceo, más o menos liso, al fin de corteza cenicienta, asurcada longitudinalmente, fibrosa, persistente, nunca gruesa.

   Sistema radical muy desarrollado a base de raíces secundarias, horizontales, superficiales y muy alargadas que dan un buen anclaje al árbol a pesar de que la raíz principal aborta pronto.

   Copa de variable densidad, de forma piramidal u horizontal según la varie­dad, verde oscura o negruzca, siempre con una gran masa foliar.

   Las hojas son verde oscuras, perennes, opuestas, en forma de escamas, de 0,5-1 mm de largo, soldadas un buen trecho con las ramillas para formar vásta­gos comprimidos y redondeados.

   Las flores masculinas se agrupan en amentos ovoideos, de 4-8 mm de longi­tud, verde amarillentos, situados en el ápice de las ramillas.
Las flores femeninas, sobre los mismos árboles que las masculinas, son conos solitarios o en pequeños grupos, formados por 8-14 escamas opuestas decusadas, cada una amparando 8-20 óvulos.

   El fruto o estróbilo es poco carnoso, aovado, de 3 a 4 cm de diámetro, pasan­do del verde lustroso al pardo grisáceo mate al madurar; escamas valvares, ínti­mamente aplicadas con mucrón central corto y obtuso.

   Semillas pequeñas, irregulares, deprimidas con ala marginal rudimentaria.
Se reproduce por semilla requiriendo las plantitas sombra y abrigo, de los
adultos. No brota de cepa ni raíz, pero puede multiplicarse por esqueje o injerto.

   Resiste el calor de forma admirable, tolerando bien las máximas estivales de
las más duras comarcas mediterráneas; por el contrario soporta mal las temperaturas invernales de —10 °C. Está adaptada por sus raíces extensas y superfi­ciales y su follaje abundante provisto de recubrimientos céreos y glándula de resina a aguantar pluviometrías de 250 mm de precipitación media anual. En España vive desde el nivel del mar hasta los 1000 m de altitud.

   Es indiferente al sustrato geológico del suelo, viviendo bien sobre calizos, arcillosos, esquistos y rocas eruptivas.

   Se mezcla bien con la sabina.

   El crecimiento es relativamente rápido, pudiendo cifrarse hasta los 60-80 años en 25-30 cm/año en altura.
   Árbol siempre verde, de buena talla (23 a 25 m de altura) y longe­vo, pues alcanza edades muy avan­zadas de 250-500 años.


Distribución
   Oriundo de Persia y Anatolia, se ha asilvestrado en nuestro país con dos variedades: La variación de Ciprés piramidal (Cupresus pyramidalis) de ramillas y ramas erectas, próximas y copa aguzada, estrecha y la variación (Cupresus horizontalis), de ramillas y ramas patentes, alargadas y copa abierta.

   Está muy difundido su uso en el Levante, para formar setos que se recortan a diversas alturas para proteger algunas plantaciones y este empleo como ba­rreras cortavientos, debería ser más utilizado sobre todo en el valle del Ebro, donde el viento del Moncayo azota con vientos fuertes de una determinada dirección. El ciprés podado bajo, se ramifica inferiormente y forma magníficos setos y ce­rramientos.

   Dos cipreses han sido introducidos del Sudoeste de Norteamérica en nues­tro país: se les ha utilizado en repoblaciones en comarca., -loadas, en planta­ciones lineales, setos, etc.

   Uno de follaje verde azulado, el ciprés de Arizona (Cupressus arizonica E. L. Greene.).

   Ha sido plantado en montes de Castilla la Mancha y su crecimiento ha sido rápido y continuado.

   Otro, el ciprés de Monterrey (Cupressus macrocarpa Hartw) originario del li­toral de la Bahía de Monterrey en California. Tiene menor talla que el ciprés, su copa es anchamente cónica, y su corteza primero pardo rojizo oscuro se torna luego gruesa, profundamente agrietada. Si se frotan las hojas despiden olor a limón. Las piñas son globosas, casi esféricas de 2-3 cm de diámetro, pardo-rojizas, lustrosas con escamas de ombligo ancho revuelto, poco saliente. Es especie or­namental que soporta muy bien el recorte, dando unos planos muy densos y de gran belleza. Para la formación de barreras cortavientos, tiene los inconve­nientes de la anchura de copa y su poca altura con la ventaja de su resistencia a los vientos costeros, a lo que debe su difusión en Galicia, costa cantábrica, Huelva, Cádiz y Canarias Centrales, así como en el litoral de Valencia a Gerona pero en regadío en este caso.

Época de floración: Florece en primavera estando los piñones maduros en la primavera siguiente.

Generalidades:
   Madera ligera, homogénea, aromática, de color amarillo claro con tinte rosa­do de grano fino, regular y compacto. Es imputrescible e inatacable por insectos y hongos. Se utiliza en carpintería, ebanistería fina, tornería, escultura, construc­ción y dada su duración casi ilimitada bajo el agua, obras hidráulicas, cons­trucción naval y pilotes de gran resistencia. Fue la madera de conífera más apreciada y usada en la antigüedad.
La tradición atribuye a madera de ciprés la tablilla con la inscripción de Inri de Jesucristo en el Calvario. Los rollizos de ciprés hacen magníficos postes para cercas, vallados, etc.
   Su madera presenta abundante nudosidad.

   Es árbol muy decorativo y su silueta piramidal es familiar en palacios, claus­tros, alineaciones de caminos y camposantos. Son famosos los cipreses de Silos en Burgos y el de Montpellier (Francia), que cuenta más de 800 años y las plantaciones lineales en la Alhambra de Granada. El ciprés del monasterio de Silos, tan cantado por los poetas, mide 24 m de altura y tiene 100 años de vida; ha crecido prácticamente 1 m cada cuatro años.

   El ciprés juega una importancia fundamental en la cultura Greco-romana. Tanto en Grecia como en Roma han constituido el símbolo de la inmortalidad como de la hospitalidad.  No es de extrañar, por lo tanto, la presencia habitual junto a las casa y a los cementrios. Una presencia que se ha mantenido hasta nuestros dias.

   Aparece descrito en numerosas referencias clásicas. Teofrastro (372-287 A.C), filósofo griegolo describe como un árbol dedicado al Dios de la muerte Hades y justifica el hecho de ser considerado como símbolo de la muerte por su capacidad para rebrotar después de que se le corta el tronco. El escritor romano Plinio (23-79 A.D) afirma que era bastante común en sus dias colocar ramas cortadas de cipres delante de las casas donde yacía alguna persona muerta. Vitruvius, un cerebre arquitecto romano, autor de un libro conocido como “De Architectura”, una especie de manual para jóvenes arquitectos romanos, habla de las propiedades del ciprés y del pino y afirma que pueden mantenerse durante mucho tiempo sin el menor defecto porque contiene una savia en cada una de sus partes con un gusto tan peculiarmente amargo que ningún gusano u otro animal consumidor es capaz de tocarlos. Dice que las obras realizadas con esta madera durarán siempre. Tambien aconseja que las vigas de todos los templos sean especialmente de ciprés porque los que se hacían de abetos eran rápidamente consumidas por los gusanos y la podredumbre. Tambien aconseja que esta madera sea  utilizada para la construcción de barcos.

Paseo de cipreses en el cemeterio de la Almudena (Madrid)

 Leyenda griega sobre la creación del ciprés (Mitología griega):
 EL MITO DE CIPARISO 
   En los campos de Cartea había un ciervo al que las ninfas del lugar tenían por sagrado. No le faltaba de nada al animal, que con el paso de los años se había acostumbrado a corretear y pasear tranquilamente por toda la comarca sin que humanos, ni otros seres le atacasen; pues notable era su presencia. Sus cuernos brillaban como el oro; y colgaban de su torneado cuello collares de diamantes; una cinta de plata, ceñía su frente, de la que pendían pequeñas perlas, que se movían graciosamente cuando se movía, a juego con las dos grandes perlas de sus orejas. El ciervo, sin temor, se dejaba acariciar de toda persona; pero sin duda, con quien más congenió, fue con Cipariso, el más hermoso de las gentes de Ceos, la antigua isla de Kea. El muchacho acompañaba al ciervo en sus idas y venidas, llevándole a los manantiales más limpios para beber y a los mejores pastos para comer; le hacía guirnaldas de flores que colgaba de sus relucientes astas y, a veces, montaba sobre su lomo.

   Pero sucedió un día, que el ciervo sagrado, se tumbó a dormir después de una buena comilona. Cipariso había salido a cazar en compañía de su amigo el dios Febo Apolo. Divisó un bulto detrás de unos arbustos y lanzó contra el su jabalina. Cipariso corrió a ver la pieza que había acertado. El arma del guapo joven, que no había reconocido a su querido amigo, hirió de muerte al sagrado ciervo de las ninfas. Nada pudieron hacer ni Febo con sus conocimientos médicos ni Cipariso que lloraba desconsolado sobre el ciervo, deseando, él mismo, la muerte. Tampoco consiguió Febo sacar de la cabeza de Cipariso su deseo de morir. El agraciado joven quedó de rodillas, derramando lágrima tras lágrima, sobre el cadáver de su amado ciervo, pidiendo a los dioses estar de luto todo el tiempo. Agotadas todas las lágrimas, comenzaron sus miembros a tornarse de color verde y a crecerle el pelo que se le enmarañó y endureció; adquiriendo una gran altura desde la que podía mirar las estrellas desde su copa. Muy triste y apenado quedo Febo, por la pérdida de su amigo y, con voz honda y profunda pronunció estas palabras: 

Luto serás desde este instante para la gente y consuelo serás de los dolientes.

Cipariso y el ciervo, Versalles (Francia)

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